Franz Kafka nació en Praga el tres de julio de 1883. De origen judío, vivió en un periodo de
entreguerras llegando a ser un escritor que se expresaba en alemán, una lengua prestada cuya
condición influirá mucho en sus escritos. La continua alusión a la soledad viene en parte de esta
situación. Kafka era checo, judío y alemán, por lo que nunca se sentirá realmente integrado en
una sociedad concreta. La sensación de que escribe con una lengua y una tradición prestadas le
acompañará toda su vida. El contexto social de guerras que le rodea y su pasado con un padre
extremadamente severo también influye en su forma de escribir, así como en los temas que
relata.
Sus obras son de gran valor para el conjunto de la literatura universal, ya que se consideran muy
influyentes al tratar temas psicológicos, de la alineación de las personas, de sus conflictos,
transformaciones extrañas... La situación kafkiana (una conversación normal en un entorno
totalmente fuera de contexto) se repetirá en sus textos. En Informe para una Academia vemos
como un mono que se ha convertido en hombre habla y reflexiona. Todo está lleno de segundos
significados.
Kafka murió el 3 de junio de 1924, tras haber dejado obras tan importantes como
Contemplación, la famosísima Metamorfosis, En la colonia penitenciaria... además de una serie
de publicaciones y diarios que siguen en la línea del estilo del autor.
Un artista para el hambre, el texto que aquí analizamos, fue escrito por Kafka en 1922, aunque
su publicación no llegó hasta dos años más tarde, cuando Kafka ya había fallecido. Llega a ver
la luz junto a otros cuatro textos en Berlín bajo el título de Ein Hungerkünstler. Cuando se
tradujeron y publicaron en Inglaterra, Francia e Italia no se respetó el criterio de orden que
llevaban en Alemania, donde el primer cuento, Un artista para el hambre, abría la antología y
le daba título al conjunto.
Se trata de un relato breve que sigue el modo de escribir de Franz Kafka. Nos expone un
individuo que es víctima de la sociedad, un marginado social que sufre encerrado en una jaula.
El título nos da la pista esencial para comprender los varios significados del texto. Nos habla de
un artista para presentar la temporalidad de la fama de un arte y nos habla del hambre, la
máxima situación de precariedad, necesidad y escasez del ser humano.
A pesar de que la obra esté situada en el siglo XX, Kafka rompe con la literatura realista. Habla
de situaciones reales pero los espacios están llenos de metáforas y significados ocultos para el
lector. Como las vanguardias europeas del momento, rechaza esa representación realista del arte
que establece una única realidad.
Kafka se balancea entre la tradición y la innovación. Mientras unos autores valoran la obra kafkiana desde una perspectiva de pura ruptura con la tradición literaria del momento, otros
entienden que sus escritos son una especie de continuidad del pensamiento del siglo XIX. El
tema principal de sus escritos es la soledad, esa sensación de no poder trasmitir al mundo lo que
realmente siente, en una pérdida comunicativa.
En cuanto al texto que estamos comentando, el tema central sería la soledad que siente el
ayunador al ver como caduca su arte. Kafka trata el paso del tiempo del artista (representado
por el reloj de su jaula), y cómo la fama, la atención, la belleza de su arte va pasando cada vez
más desapercibida. La fama nunca dura para siempre, ni tampoco lo hace la vida. La figura del
artista, que no quiere perderse en el olvido, está contrarrestada con el resto de la sociedad. Sin
ellos no es nadie.
El espacio es muy importante para Kafka. En Un artista para el hambre el ayunador muere en
una situación precaria, siendo despojado del único espacio que tenía en su vida, que además era
una jaula. Estaba atrapado, pero la muerte no le libera. Vive en una especie de existencia sin
destino continua, rodeado de gente al principio pero sintiendo la soledad y finalmente muriendo
totalmente solo.
El texto se nos presenta de forma lineal, no hay saltos en el tiempo. La información es justa y
precisa, no se va demasiado por las ramas. También hay que tener en cuenta que narra los
sucesos desde el pasado: nos cuenta una historia de algo que ya pasó, desde un punto de vista
retrospectivo y externo al relato, en tercera persona. Se trata de una historia cerrada, que nos
hace pensar continuamente. No es un texto que se deba leer ligeramente. La lingüística no es
especialmente difícil, pero para entender bien lo que el autor quiere decir con sus palabras hay
que detenerse a leerlo con tranquilidad. El reloj, la jaula, las personas que pasan, el
administrador del circo... Cada papel tiene una importancia en el significado del conjunto.
En cuanto a los diálogos, vemos como el ayunador se habla así mismo ante la situación de no
poder hablar con nadie más: Quizá estarían un poco mejor las cosas si el lugar de la exhibición
no se hallase tan cerca de las cuadras, se dice en una ocasión.
El lector también juega un importante papel en la interpretación del texto. Claro está que cada
persona interpretará lo que se dice de una manera. También hay que tener en cuenta el contexto
en el que se lee el relato. No es lo mismo que leamos a Kafka en el metro que en una biblioteca,
o que lo hagamos en un libro que en el ordenador. Nuestra forma de leer, nuestro entorno, el
soporte en el que lo hagamos... influirá de una manera u otra en nuestra percepción del artista
que se hunde en la miseria. Así, aunque Kafka no se dirija al lector directamente, éste está
presente como un personaje invisible durante todo el relato.
El lenguaje no es extremadamente complicado, pero recordemos que todo el texto está lleno de
metáforas y significados. No es la sintaxis lo que hace difícil al texto, si no su significado
oculto.
La estructura del texto es simple y sencilla. Podríamos decir que está dividido en tres partes. La
primera es una continua narración de la vida del artista cuando el público le hace caso. Los
cuarenta días de su arte, la aparición de personajes como los vigilantes o las señoritas que
representan continuas tentaciones que supera siguiendo su ayuno, el transcurso de su día a día...
Luego llegamos a la segunda parte, cuando el ayunador se ve abandonado por su público y empieza a sentir la verdadera soledad. Se muestra como otras atracciones del circo le quitan el
protagonismo y le apartan de la sociedad. El ayunador pasa de ser una gran atracción a un
“estorbo”, un marginado del circo y de la sociedad. Ya casi finalizando el texto llegamos a la
tercera parte, cuando un inspector se acerca a la jaula y entabla una conversación con él. Con el
¡Limpien aquí! del inspector se pasa la página de la muerte del ayunador, que a nadie parece
importarle, sustituyéndole por un animal salvaje lleno de vida.
En mi opinión, el texto representa muy bien la soledad que siente el hombre que casi muere de
hambre todos los días para mantener la atención del público. Hace un esfuerzo constante para
poder seguir integrado en una sociedad que la aparta y le margina sin escrúpulos. El tiempo pasa
para él como para todos, pero nunca deja de ayunar porque no quiere que se pierda su arte, no
quiere que la gente se olvide de él aunque, inevitablemente, lo hacen de todos modos.
Casi siempre estaba de un humor melancólico , dice en una ocasión. En éste momento podría
estar hablando el mismo Kafka, ya que la situación que vive el ayunador no es tan diferente de
la que vive el autor en sí mismo, como ya hemos mencionado antes. Narra muy bien el
sentimiento de la soledad de los seres humanos, de cómo nos necesitamos los unos a los otros,
así como la frialdad que también tenemos, y la falta de empatía.
Personalmente, me cautivó mucho más el texto de Informe para una Academia, ya que la
humanización y la pérdida de la propia naturaleza es un tema sobre el que me gusta pensar. Hay
miles de textos que reflejan la soledad de las personas, así como los que reflexionan sobre la
naturaleza del hombre, pero la manera de representarlo me llamó la atención. Sobre el asunto de
la soledad, sigo prefiriendo los poemas de Machado, pero Kafka también ha conseguido
embaucarme.
Comentario realizado por María López González, Grupo 42 de Comunicación Audiovisual.
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