Espacio

¡Hola a todos/as!
He pensado que además de la entrada sobre Juan Ramón Jiménez voy a colgaros aquí el comentario que he hecho sobre uno de sus poemas: Espacio, del que ya hablamos en la entrada anterior. ¡Espero que lo disfrutéis! 

Espacio es uno de los poemas más importantes de la literatura del siglo XX. Su autor; el Premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez. Le conocemos sobre todo por el famoso cuento “Platero y yo”, su obra más sonada. Casi todos los niños españoles y latinos leen el cuento en el colegio. Españoles porque se crió en Moguer, y latinos porque el poeta pasó la mitad de su vida en América, sin querer regresar a España. Su poesía se deslocalizó y se disfrutó fuera de la península. Su candidatura para el Premio Nobel la presentó la Universidad americana de Maryland, no España. Este país tuvo al poeta muchos años en el olvido, pero ahora se reconoce todo su trabajo. Juan Ramón Jiménez vivió en Sevilla y en Madrid, grandes ciudades llenas de posibilidades. Se alojó en la Residencia de Estudiantes, rodeado de árboles y de personas interesadas en la poesía. Procedente de una familia acomodada, el poeta tuvo una vida marcada por algún que otro problema mental y las mujeres hasta que conoció a Cenobia, la mujer de su vida, la cual murió tres días después de que se le concediera el Premio Nobel de Literatura. Un hombre preocupado por la vida, la naturaleza, las grandes preguntas sin respuestas… se refugió en la poesía para poder expresar sus sentimientos, pensamientos y emociones.


El poema que aquí analizamos, Espacio, fue una de sus últimas creaciones. Estuvo escribiéndolo por más de 10 años. Tenía 115 páginas que acabaron formando tres fragmentos en prosa. Lo forman palabras muy simples pero llenas de connotaciones. Adjetivos llenos de colores y sustantivos abstractos como soledad y silencio dan forma a este gran poema, cuyo tema central es la dimensión del infinito, de la Eternidad. Utilizando un método moderno para su época, el monólogo interior, el poeta se envuelve en simbolismos para dejar fluir su conciencia. Escribe desde América, pero su corazón está en su pueblo. Habla de Nueva York de una forma mucho más positiva de lo que lo hace Federico García Lorca, pero sigue rememorando Moguer a la otra orilla del Atlántico. Es lo que ve, siente y respira cuando escribe esas palabras. Juan Ramón Jiménez definía a Moguer como “la luz con el tiempo dentro”, y justamente la palabra luz es la que más vemos aludida en Espacio: La luz y el sol que brilla. En Espacio vemos como echa de menos su hogar, separado por el mar. Sin embargo, lejos de mostrarse resentido, el mar siempre será para él un elemento muy importante.

El poeta tendrá a lo largo de su vida tres mares; el de su infancia, el de la adolescencia donde conoció el amor y el del exilio; el Atlántico. Espacio hace un recorrido por cada uno de estos, comparando continuamente la tierra que pisa y la que ha tenido que abandonar. El poema es en realidad un círculo, como cada día de nuestra vida, donde el sol sale por la mañana y se esconde por la noche: desaparece de América para salir por Europa. Hay una congregación del tiempo en ese espacio, y un hueco para el amor y los recuerdos de su infancia: El sol, como un dios “con minúscula”, no como representación de la religión sino como naturaleza, poesía y propia creación.

Con este poema vemos como la poesía de Juan Ramón Jiménez es hermética, difícil y dirigida a una minoría de la que él formaba parte. Con una métrica basada en el verso largo de rima consonante, sus palabras son esenciales y desnudas pero llenas de símbolos y significados ocultos, acercándose así a la poesía mística. Espacio es un poema que se acerca mucho a la prosa, y que por lo tanto atrae a más gente. Como en toda su poesía, encontramos las mismas preguntas sobre la vida y la muerte, la eterna pregunta de ¿qué pasará después? que ya se hacía desde muy joven y que sigue muy presente aquí, ya en el final de su trayecto poético. Es un texto que rompe con la idea de “poesía”. Tiene sus versos, sus estrofas y sus rimas, pero está compuesto de saltos y de cambios.

La estructura del poema es como un pensamiento. Cuando pensamos, empezamos con una idea simple que se va complicando y uniéndose a otras ideas, repitiéndose. Al final, nos preguntamos cómo hemos llegado hasta ahí, haciendo así un proceso inverso para llegar a la primera idea. Así, vemos como el inicio y el final del segundo fragmento del poema tienen mucho que ver: Dulce como esta luz/este sol era el amor. Sólo vemos cambiar dos palabras, y una tan solo por cuestión de género.

Empieza hablando de la luz, de un amanecer y acaba hablando del sol, del atardecer que se acaba convirtiendo en noche: del eterno día a día, que nunca cambia.

El mundo sigue girando aunque cerremos los ojos.

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